Publicidad

Cuando se rompió mi corazón en pedazos, mi instinto de mamá me dio las fuerzas

Por: Betty
Publicado: 19 de Abril 2021
Vida de mamá
Foto: Simona Carneala
Foto: Simona Carneala

9 de enero del 2017

 

Me desperté con una inmensa ilusión. Era el día, finalmente iba a poder conocerte. Tenía una cita programada para un ultrasonido. Faltaba muy poco para conocerte en vivo y en directo, pero la emoción de verte aunque fuera a través de una pantalla me invadía el cuerpo de una clase de amor que no había experimentado antes. 

 

Y entonces, ahí sentada, con una bata azul sobrepuesta, escuché tu corazón. Era el sonido más hermoso que había escuchado en toda mi vida. Tu papá y yo instantáneamente nos miramos, y nos dedicamos sinceras sonrisas mientras observábamos lo inquieto que estabas... después de un tiempo, que no recuerdo exactamente cuánto fue pero me pareció eterno, se instaló en la sala un silencio que me hizo sentir muy incómoda. Con un extraño nudo en la garganta le pregunté al doctor: “¿se encuentra todo bien?”. Nunca jamás imaginé su respuesta... “Al parecer tu bebé tiene el corazón en la parte derecha, probablemente sea un tumor el que lo está empujando. Prepárate para lo peor”.

 

Poco a poco, mi mundo se rompió en millones de pedazos.

 

“Debes hacerte algunos estudios para poder saber exactamente qué es lo que pasa, pero es un poco tarde porque tu bebé está por nacer”. 

 

Mis pulmones estaban vacíos, no tenía aire para respirar. El ginecólogo me revisó y me dijo que estaba todo bien, que era normal que su corazón estuviera tirado un poco hacia el lado derecho. 

 

Pero muy dentro de mí, algo me decía que debía pedir una segunda opinión...

 

El problema tenía nombre y apellido: Hernia Diafragmática Congénita. 

 

Me puse a leer e investigar para poder entender de lo que se trataba. Las lágrimas empaparon mi vestido de maternidad. Era un padecimiento que se daba en un bebé de cada 2,500 con una tasa de mortalidad del 50%. La vida que cargaba en mi vientre ahora era un volado al aire.

 

Mi instinto de madre me dio fuerzas, te hablaba todo el tiempo y te rogaba que lucharas conmigo, que lo hiciéramos juntos, que no me dejaras sola. 

 

Le pedí a dios un milagro. Viví el mes más largo de mi vida… Encontramos al mejor equipo de doctores para recibirte, y finalmente llegó el día. 

 

Jueves 9 de febrero a las 8:56 am, escuché tu voz por primera vez.

 

No te pude abrazar pero me dejaron contemplarte tan sólo un instante. Inmediatamente después, desapareciste. Tenías las manos de tu papá y, sin duda alguna, mi carácter. 

 

Viernes 10 de febrero. Tu cirugía estaba programada para las 6:30 am. A mi no me permitieron verte, ¡pero mi corazón estaba repleto de fe! Cuatro intensas y largas horas después, me avisaron que estabas estable, que la cirugía había sido un éxito y que tu pequeño pulmón había logrado expandirse hasta un 70%. Era la mejor noticia que había recibido en todo un mes. Bajé corriendo, aún con el dolor punzante de la cesárea, a verte en Terapia Intensiva. Tu cuerpecito intubado y el ruido que producían todas las máquinas que te mantenían vivo... era mucho para digerir y superar. 

 

Te cantamos y te hablamos mientras te observábamos, acostado en esa cuna especial, tan frágil y tan fuerte a la vez, ¡tan hermoso! Tenía tantas ganas de gritarle al mundo: ¡Aquí está! ¡Está vivo! ¡Mi bebé guerrero! 

 

En los días siguientes recibí una llamada:

 

“Tu bebé ya respira solo, apenas lo desintubamos, es un milagro inexplicable, sus pulmones funcionan bien y no hay mayores complicaciones”.

 

Quince días después volví por ti al hospital para llevarte por fin entre mis brazos a casa, te sostuve y con lágrimas de felicidad e incredulidad en los ojos, agradecí a todos los que rezaron por ti, a dios por haberme regalado el milagro de la vida que en algún momento creí perdida y a ti, mi pequeño Massimo, por haber luchado contra los pronósticos y las estadísticas, y por haberme enseñado, que lo último que se pierde, es la esperanza. 

 

Simona
Foto: Simona Carneala

 

Historia real de Simona Carneala.

 

Agradecimientos especiales y muy sinceros a todos los médicos que hicieron posible este milagro:

 

DR. ALFREDO JOSÉ MACHUCA VACA, Cirugía Pediátrica.

 

DR. RODRIGO ZAMORA ESCUDERO, Ginecología y Obstetricia.

 

DR. JORGE ARTURO CARDONA PÉREZ, Pediatría y Neonatología.

 

DRA. NANCY SIERRA LOZADA, Ginecología y Obstetricia.

Publicidad
Publicidad
Publicidad