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Ya le grité a mi hijo ¿ahora qué hago?

Publicado: 30 de Marzo 2023
Criando con consciencia
Foto: IG @th3littlestavenger
Foto: IG @th3littlestavenger

¿Cuántas veces a la semana te has dado cuenta que pierdes el control y tu respuesta son los gritos? Tal vez lo hiciste porque estabas cansada, frustrada o desesperada, pero no te das cuenta hasta que tu naranxito empieza a llorar o miras su rostro asustado, inseguro y desconcertado…En ese momento, es cuando te invade la culpa y piensas: “no debí gritarle”, "la regué". 

 

Cuando te das cuenta de todo esto, ya no hay vuelta atrás, ya lo hiciste, entonces, ¿qué debes hacer ahora?

 

1. Cálmate

Acepta que estás fuera de ti y que necesitas dejarlo pasar. Puedes tomarte un tiempo fuera en estos momentos de crisis o cuando estás a punto de explotar (gritar); respira profundo y puedes incluso ir a otra habitación.

 

2. Discúlpate

Da una sincera disculpa a tu hijo por gritar, por asustarlo, por hacerlo enojar más. Pide disculpas por la acción, es decir, explica qué fue lo que estuvo mal de tu parte y por qué.

 

3. Mantén una buena comunicación con tu hijo

Explícale que te enojaste, que te desesperaste, y que no fue la mejor forma de actuar; muéstrale cómo se debería reaccionar.

 

4. Da soluciones

Ya más tranquila, llega a un acuerdo o solución por la situación que te hizo gritar en primer lugar.

 

5. Conecta con tu naranxito

Juega un rato con él, salgan a dar un paseo juntos, vayan al parque o dense un abrazo largo. 

 

6. No te culpes

Muchas veces las cosas se salen de control, pero disculparse y reconocer que estuvo mal, es muy valioso para ti y para tu pequeño.

 

Como es muy probable que se presente una situación similar, que te saque de control en algún otro momento, aprovecha que estás en calma para hacer una lista de las opciones que tienes para reaccionar cuando sientas que te invade ese sentimiento de que vas a empezar a gritar.

 

Sólo recuerda que los gritos dejan en los niños profundas huellas. Desde las palabras hasta el tono de voz que usas cuando estás enojada o desesperada, van creando huellas físicas y emocionales difíciles de sanar, que marcarán su comportamiento tanto en la adolescencia como en su vida adulta.  

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