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A veces toca levantar la copa por nosotras mismas.

Publicado: 25 de Noviembre 2019
Vida de mamá
Foto: IG @th3littlestavenger
Foto: IG @th3littlestavenger

Detenernos para reconocer nuestras propia grandeza. Hoy me doy cuenta que eso de la auto-congratulación no es un hábito con el que me sienta cómoda. Al contrario, mi voz interior tiene un tono tan severo que si fuera personaje de Disney sería la Madrastra de Cenicienta reclamando a las hijas porque sus pies nada más no se achican para entrar en la zapatilla de cristal.

 

 

Soy dura conmigo misma. Quizás porque de niña, la severidad de esa voz me funcionó para esforzarme más, pero también, dejó algunas heridas. La realidad es que hoy, con dos hijos que se dedican a espejearme continuamente,-–porque, eso es justo lo que nos hacen los hijos–, me angustio pensando y –quizás deseando– que su voz interior sea mucho más amable y compasiva que la mía.  

 

 

Dicen por ahí que la mejor educación siempre empieza con el ejemplo, si queremos niños que se hablen con amabilidad nos deben notar haciéndolo. 

 

 

Por eso creo que toca levantar la copa y celebrarnos a nosotras mismas.

 

 

  • Aplaudirnos, por nuestra fortaleza.

 

 

  • Por cada herida cicatrizada.

 

 

  • Por cada noche de insomnio e incertidumbre cuidando un niño enfermo o manejando una ansiedad que quizás nadie entiende.

 

 

  • Por todas las caídas que no nos quitaron las ganas de seguir caminando. 

 

 

Por crecer más con cada vez que nos logramos levantar. Eso merece ser honrado.  

 

 

Hoy celebro todas esas veces que me atreví a hacer algo nuevo que no sabía el resultado. Incluyendo y – sobre todo– ser mamá. Porque ser mamá es abrirte de tajo y a la mitad en un estado completo de vulnerabilidad. Porque nada te hace más vulnerable que amar con tanta fuerza a alguien, mucho más que a ti misma. –Porque es de valientes eso de andar por la vida con el corazón fuera del cuerpo– Y justo así vivimos las mamás desde el momento en que parimos. 

 

 

Hoy merezco un auto aplauso por las veces que he sido valiente defendiendo lo que nadie defendía. 

 

 

Por la magia que he creado con mis manos, con mi mente o en mi matriz  (–Sí, esos dos seres humanos de carne y hueso que me levantan cada domingo a las 5:57 am son orgullosamente creaciones mías). 

 

 

Por los momentos que he sido paciente, curiosa o amable. Por haber traído a mis días la dulce compañía de personas que se volvieron faros de luz. 

 

 

Merecemos detenernos para darnos un gran reconocimiento. 

 

 

Hoy es hora de aplaudirte, aunque seas solo tú la que aplaudas, porque ese, es definitivamente, el reconocimiento que en verdad importa. 

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