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Sanarte como mujer es la mejor herencia que puedes dejarle a tus hijos

Publicado: 29 de Mayo 2019
Vida de mamá
Foto IG: dicolaaa
Foto IG: dicolaaa

Nacemos como mujeres y con un paquete de obligaciones morales y sociales bajo el brazo. Crecemos con una carga que cumplir que no siempre es lo que queremos, y cuando nos convertimos en madres se nos añaden responsabilidades y roles sólo por el hecho de poder hacerlo. Tenemos que sanarnos como mujeres para poder enseñar a nuestras hijas a hacer lo mismo.

 

Hay que eliminar el sufrimiento que nos toca aceptar por ser mujeres, dejar de ser víctimas y no permitir situaciones que sobrepasen nuestros propios límites, físicos y emocionales.

 

Para poder reconocer nuestro valor femenino y el de las demás, también tenemos que abrazar la sexualidad como algo propio, mirarla sin vergüenza para disfrutar de ella plenamente, ser libres de amarnos, respetarnos y expresar nuestros deseos.

 

Tal vez te preguntes, cómo puedo sanar algo que no creo que esté dañado. Raquel Aldana, Psicóloga especializada en Educación Emocional, dice que llegamos a aspirar tantas emociones negativas que vamos haciendo nuestro el dolor, dejando que forme parte de nuestro día a día, de nuestra vida y de nuestro yo más profundo.

 

Es por eso que como primer paso hay que reconocer las heridas que tenemos, puede ser de abandono, de abuso, de traición, de sumisión, algo con lo que no te hayas sentido bien pero que tuviste que dejar pasar por el hecho de ser mujer y que te duele. Este primer paso es difícil porque muchas veces ese tipo de heridas se van tapando con otras cosas para no destaparlas fácilmente porque causan mucho dolor, no preguntamos y no vamos más allá porque aparentemente es más sencillo dejarlo escondido.

 

Pero una vez abierto el camino, hay que asumir la gravedad de la herida, para hacerlo hay que reconocer lo que nos ha pasado y hablarlo, puede ser con una amiga, tu pareja o con un profesional de la salud con quien puedas descargar todo eso que has tenido en ti y que no has podido acomodar para superarlo.

 

Hay que desinfectar la herida y como en las físicas, este es uno de los pasos más dolorosos pero necesarios para que sanen bien. La terapeuta dice que esta es la etapa para llorar lo que no se lloró, para gritar, para hacer cartas a las personas que nos hicieron daño y jamás pudimos decirles nada, para despedir lo que fue. Sacar lo que guardamos para expulsar el dolor.

 

Sólo así podremos cerrar la herida, no tapándola con otra, sino cosiendo ese pedazo roto de nuevo en nuestro cuerpo, acomodarlo en un lugar donde no duela y no estorbe, donde pueda quedarse en paz. Si visualizamos ese dolor tan grande como un pedazo de nuestro corazón se vería como ha sido pegado con aguja e hilo, tiene su lugar, tienen su cicatriz, pero está tranquilo.

 

Y finalmente, ser una de las que portamos nuestra cicatriz como estandarte, que logramos ser mejores a pesar de todo el dolor y que heredamos a nuestros hijos la oportunidad de hacer mejores cosas, de no repetir los dolores que por generaciones han cargado las mujeres, de ser libres pero conscientes del dolor que pueden causar y de la importancia de ser empáticos los unos con los otros.

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