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Por qué decidí dejar de gritar

Publicado: 5 de Enero 2020
Vida de mamá
Foto: IG @sheridaningalls
Foto: IG @sheridaningalls

A veces logro ver el reflejo de mi mamá cuando le grito a mi hija y se me apachurra el corazón.

 

 

No quiero llevar ese tipo de crianza, y no porque mi mamá haya sido la peor, pues sé que en ese momento no tenía más herramientas que lo que le había tocado vivir con su propia historia como hija. 

 

 

He decidido no gritar porque quiero romper con el tipo de educación que recibieron mis abuelos, y sus abuelos y todas las generaciones anteriores, porque ahora tengo un sin fin de información y acceso a expertos que pueden ayudarme a hacer las cosas distintas y sería muy inconsciente de mi parte no aprovechar todo eso. 

 

 

Cuando grito me siento muy culpable, porque levantarle la voz a los niños es un tipo de violencia, es igual a pegarles, genera en ellos huellas difíciles de borrar, y las consecuencias son las mismas: aumenta el riesgo de que desarrollen depresión, mal comportamiento, aislamiento, agresión y dificultad en el rendimiento escolar.

 

 

Los gritos causan dolor emocional y vergüenza.

 

 

Además, cuando se vuelven costumbre, te darás cuenta que tu hijo sólo obedecerá por un corto tiempo, pero no los hará entender su comportamiento ni actitudes, y lo único que pasa es que la huella se hace más profunda en ellos. 

 

 

En cambio, cuando logro utilizar herramientas, me siento capaz de contener cualquier situación, lo que me acerca a mi hija, porque ella se merece la mejor versión de mi y una vida menos tortuosa, o menos sesiones con el psicólogo cuando sea grande. 

 

 

Quiero dejar de gritar porque no quiero que me vea con miedo, deseo ser esa mamá que pone límites de forma respetuosa y sana, para que el día de mañana cuando ella tenga un problema su primera opción sea buscarme y no huír de mí. 

 

 

No sé ustedes, pero yo recuerdo mi adolescencia entera huyendo de mi mamá por miedo a que me regañara, prefería mentir y no decir las cosas con tal de no recibir un castigo o dejar de salir con mis amigos. Ahora entiendo que su miedo era real y que no contaba con otras herramientas para criar a dos niñas de casi la misma edad. 

 

 

Es por eso que este nuevo año cada día seré mucho más consciente a la hora de hablarle a mi hija, dejar de gritar está en mis prioridades, especialmente cuando su poca paciencia se combina con mi estrés y las dos gritamos como locas. 

 

 

Será difícil, porque pareciera que eso está incluido en el paquete de herramientas básicas para ser mamá que todas traemos por herencia, pero no es imposible. 

 

 

Así que trataré de respirar más, tomarme 5 minutos cuando las cosas parecieran explotar, pedir mucha ayuda, hablar más con mi hija y bajarme a su nivel para lograr una conexión más fuerte mientras le pongo límites. Al final, los adultos somos los actores maduros de la relación padre e hijo, así que nos toca a nosotros regularnos. 

 

 

Y esperar que en un futuro, cuando esta etapa de berrinches pase, lograr ser la mamá de confianza que siempre he querido ser.

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